Programar el Agua con Intención Espiritual y Profunda. Hoy me conecto con el agua, reconociéndola como la esencia que une a todos los seres y lugares en este planeta. El agua no solo fluye en los ríos, mares y glaciares; también lo hace dentro de cada uno de nosotros. Es un espejo de la vida misma, un archivo viviente de memorias ancestrales y potenciales futuros.
Coloco mis manos alrededor del recipiente o elevo mi mirada hacia el agua de un río, un lago o el océano. En este momento, me detengo para honrarla. Respiro profundamente y me siento parte de su vasto flujo. Con cada inhalación, siento que recibo la pureza del agua, y con cada exhalación, le devuelvo mi gratitud.
El agua escucha, siente y responde. Es portadora de vibraciones, emociones y pensamientos. A través de mi conexión con ella, la programo con intención sagrada. Ya sea un pequeño recipiente en mis manos o una extensión infinita de agua en la naturaleza, su esencia es la misma: un canal puro para la transformación y el amor.
Hoy envío mi intención al agua como una semilla que florecerá en cada gota. Con palabras claras y llenas de propósito, hablo a esta agua:
“Agua sagrada, reconocemos tu espíritu. Eres la fuente de vida, la mensajera del universo, la portadora de memoria. Te programo con la intención de sanar, armonizar y expandir la vibración del amor y la coherencia. Que en cada gota resuene la paz. Que en cada corriente fluya la sanación. Que cada molécula sea un canal de luz y equilibrio.”
Si estoy trabajando con agua en la naturaleza, elevo mi intención al entorno:
“Río sagrado, que tu cauce lleve esta vibración a todas las aguas que tocas. Mar eterno, que tu abrazo rodee al planeta con energía de amor y regeneración. Glaciares y aguas profundas, que vuestro frío conserve la sabiduría ancestral y la comparta con cada ser viviente. Que todo el agua de la Tierra pulse al unísono con la vibración del bienestar para toda la creación.”
Con cada palabra, visualizo cómo mi intención se fusiona con el agua. Veo sus moléculas vibrando en una danza sagrada, recibiendo mi energía y amplificándola más allá de lo que puedo imaginar.
La programación no termina en estas palabras. El agua, como mensajera del universo, lleva esta intención a lugares que mis manos no pueden alcanzar. Agradezco su disposición para ser vehículo de transformación, no solo para mí, sino para todos los seres vivos y para el planeta mismo.
Agradezco al agua de los mares por conectar continentes, al agua de los ríos por nutrir la tierra, al agua de los glaciares por custodiar la memoria del tiempo, y al agua en mis manos por ser una extensión del infinito.
En este acto de programación, también me programo a mí mismo. Reconozco que, al ser agua en gran parte, soy uno con ella. Todo lo que ofrezco al agua, lo recibo en mi propio ser.
Antes de finalizar, envío esta intención al flujo global del agua:
“Que cada gota programada se conecte con otra, formando una red de luz que envuelva al planeta. Que toda el agua de la Tierra, visible e invisible, se alinee con la vibración de la unidad, el amor y la sanación. Que el agua transforme no solo el mundo físico, sino también el espiritual. Así es. Así será.”
Me retiro de este acto sagrado con gratitud y reverencia, confiando en que el agua, en su infinita sabiduría, llevará esta intención a cada rincón del planeta y más allá.
En este momento, reconozco que el agua no solo es un portador de vida, sino también un vehículo de información divina, diseñado desde su origen con un código perfecto de armonía y sabiduría. Sin embargo, en su recorrido por ríos, mares, glaciares y hasta nuestros cuerpos, el agua puede haber absorbido energías densas, memorias discordantes y toxinas de diferentes naturalezas.
Hoy, mi intención es recuperar la codificación espiritual original del agua, devolviéndole su pureza esencial, su memoria de perfección y su vibración divina. Ya sea en este recipiente que tengo frente a mí o en las grandes extensiones de agua del planeta, envío mi intención para que el agua recuerde su origen sagrado.
Con palabras llenas de propósito, hablo al agua:
“Agua sagrada, te reconozco como un regalo divino. En este momento, te libero de toda distorsión y energía discordante que hayas encontrado en tu camino. Con amor, devuelvo a tus moléculas la memoria de tu diseño original. Que tu vibración sea la de la creación pura, libre de toda agresión, tóxico o carga negativa. Que nada que no resuene con la perfección divina pueda alterar tu esencia.”
Visualizo ahora un rayo de luz pura, descendiendo desde el centro del universo y entrando en cada molécula de agua. Veo cómo esta luz actúa como un recordatorio de su propósito original, purificando cada gota y devolviéndole su codificación espiritual. En esta luz, el agua se fortalece, creando una barrera energética que la protege de cualquier contaminación, ya sea física, energética o espiritual.
Extiendo esta intención a todas las aguas del planeta:
“Que todos los mares, ríos, lagos, glaciares y aguas subterráneas sean envueltos en este campo protector. Que recuperen su vibración original y actúen como canales de luz para la humanidad y la Tierra. Que todo aquello que intente contaminarlas sea disuelto por la sabiduría divina del agua.”
Sandra Fernández
Directora y Fundadora IBC