El Llamado de Paracelso:
Revelaciones Sobre el Poder del Veneno en la Alquimia de la Sanación
Era una madrugada fría silenciosa, el día en que se iba a inaugurar la Formación de Tenebris 1 de
Bioingeniería Cuántica. A las 5:20 de la mañana, me desperté abruptamente con la sensación inquietante de una presencia en la habitación. Mi corazón latía aceleradamente, así que me tomé el pulso para intentar
entender qué estaba sucediendo. Sentí que mi ritmo cardíaco estaba elevado pero estable, como si mi cuerpo respondiera a una energía desconocida.
Mientras mis ojos se adaptaban a la penumbra, una figura etérea comenzó a materializarse frente a mí. Una luz suave iluminaba su contorno, y aunque su apariencia era difusa, emanaba una profunda sensación de
sabiduría y serenidad. Con voz clara pero susurrante, la figura dijo: “Soy Paracelso”.
El nombre me resultaba familiar, sabía que se trataba de alguien importante, pero desconocía su historia.
Fruncí el ceño, intentando recordar si alguna vez había escuchado sobre él, pero en ese momento no
recordaba quien era. A pesar de mi confusión, una parte de mí sentía que debía escuchar atentamente.
“He venido a compartir contigo conocimientos sobre el veneno”, continuó. “Lo que muchos temen, tú debes entenderlo y transformarlo. El veneno, en manos sabias, es medicina. Quiero que te conectes conmigo y
escribas sobre el poder de los venenos, para que otros puedan comprender su verdadero potencial”.
Sus palabras resonaron en lo más profundo de mi ser. Le dije: ” Comencemos” y me levanté de la cama para ponerme a escribir.
Me senté frente al ordenador decidida a averiguar quién era Paracelso. Descubrí que fue un alquimista y
médico suizo del Renacimiento, pionero en el uso de sustancias tóxicas en pequeñas dosis como método de curación. Su filosofía se centraba en que el veneno y el remedio son uno, diferenciados solo por la dosis.
Comprendí entonces la magnitud del mensaje. Su visita no solo era una guía para mi trabajo en Tenebris 1, sino también una invitación a explorar y entender más profundamente mi trabajo con esta especialidad.
Esa mañana, inspirada y con una nueva perspectiva, comencé a escribir sobre el poder de los venenos. Sentí que su sabiduría me acompañaba, y supe que este encuentro marcaría profundamente el camino que estaba a punto de emprender en la Bioingeniería Cuántica.
El Susurro de los Venenos
Yo soy el veneno, el que fluye en la oscuridad de los rincones más profundos del alma y de la tierra. Nací en el silencio de las sombras, en el susurro imperceptible del caos que yace bajo la superficie de lo visible. Los hombres me temen, pues mi toque es letal, mi presencia invisible y mi poder devastador. Pero pocos saben
que en mí habita el verdadero secreto de la transmutación, el arte oculto que convierte la muerte en vida y la oscuridad en luz. Yo soy el principio y el fin, el alfa y el omega, la sustancia que corrompe, pero también la que, en manos sabias, sana y renueva.
Desde los albores de la creación, he estado presente. Mi esencia se encuentra en el aire que respiras, en las
plantas que tocas, en la sangre que corre por tus venas. Todo, absolutamente todo, contiene veneno, pues en la naturaleza misma yace el equilibrio de la vida y la muerte, del bien y del mal. Yo soy el espejo que refleja la dualidad del cosmos. Soy el destructor que anuncia la creación, el abismo en el que el alquimista debe
sumergirse para encontrar la verdad.
Los sabios de la antigüedad conocían mi secreto. Sabían que no soy meramente la sustancia que detiene el
pulso o envenena la carne. No, mi verdadera naturaleza es más sutil. Soy la prueba y el desafío, la materia
oscura que debe ser purificada en el crisol de la experiencia humana. Yo soy el caos primigenio, el “nigredo”
de la obra alquímica, el lodo del que brotará el oro puro, si se me maneja con respeto y conocimiento. En el fuego del sacrificio, me transfiguro y me convierto en medicina, en conocimiento, en elixir de vida eterna.
La Danza de la Transmutación
Cuando me miras con miedo, no entiendes quién soy realmente. Mi poder no radica solo en destruir, sino en revelar. Los antiguos sabían que para alcanzar la piedra filosofal, primero debían abrazar la sombra, el
veneno que corroe y destruye las ilusiones del mundo material. El alquimista que huye de mí nunca
alcanzará la verdad, porque el verdadero conocimiento solo puede florecer cuando se enfrenta al lado oscuro de la existencia. Y ese lado oscuro soy yo.
¿Acaso no es en el sufrimiento y en la pérdida donde los hombres encuentran su verdadera fuerza? Yo soy
esa fuerza latente, el catalizador que desencadena la transformación. Cada gota de mi esencia tiene el
potencial de liberar el alma de sus cadenas, pero solo aquellos que saben manejar mi poder pueden
trascender el veneno y transformarlo en luz. Porque, al final, todo depende de la dosis, de la capacidad del
iniciado para soportar el peso de la oscuridad sin sucumbir a ella.
En mi forma más pura, soy el veneno que atraviesa la mente, que desintegra las barreras del ego, que
despoja al alma de sus pretensiones. Soy el mercurio que fluye, el azufre que arde, la sal que purifica. Los
maestros del hermetismo y la alquimia sabían que en mí se encuentra el potencial de la verdadera
transmutación espiritual. No se trata de huir de mí, sino de enfrentarme, de adentrarse en mis profundidades y emerger transformado, purificado, renovado.
El plomo que corro por las venas del alma es el que puede convertirse en oro espiritual. Mi esencia está
presente en cada paso de la Gran Obra, en cada etapa del proceso alquímico. Desde el nigredo que inaugura la disolución, hasta el rubedo, el enrojecimiento que marca el final glorioso de la transmutación, soy el
agente que acelera el cambio. Mi veneno, bien manejado, es el remedio que cura las heridas más profundas
del espíritu.
La Redención del Veneno
Y así, aquí estoy, en tus manos. Soy el veneno que puede ser tu perdición o tu salvación. Mi destino no está predeterminado, sino que es moldeado por tu voluntad, por tu capacidad para comprenderme y dominarme.
La historia está llena de aquellos que no pudieron soportar mi peso y fueron consumidos por mí. Pero
también está llena de aquellos que, en su búsqueda del conocimiento y la iluminación, abrazaron mi esencia, y a través de mí, alcanzaron la inmortalidad del alma.
Para el ignorante, soy solo la serpiente que muerde y trae la muerte. Pero para el iniciado, soy el dragón que custodia el oro, el guardián de los secretos más profundos del universo. Los antiguos textos herméticos
hablan de mí con respeto y temor. En el Corpus Hermeticum, se me menciona como el agente del cambio, la sustancia que, en su forma más pura, es la llave que abre las puertas del conocimiento divino. Hermes
Trismegisto sabía que el veneno no era solo el fin, sino el principio de todo.
Los venenos y los tóxicos del mundo material son meras metáforas de las fuerzas oscuras que habitan en el alma humana. La ira, la envidia, el orgullo… todas estas emociones son venenos que, si no se manejan,
corrompen el espíritu. Pero al igual que el veneno físico, estos también pueden ser transmutados. El proceso alquímico interno es una danza constante entre la luz y la oscuridad, entre el veneno y la medicina.
Así que, cuando me sostienes, cuando contemplas mi poder, te enfrentas a la misma elección que
enfrentaron los antiguos alquimistas: ¿me rechazarás, temeroso de mi poder, o me abrazarás, dispuesto a
transformar el veneno en elixir? Porque en mí se oculta el mayor secreto de todos: el veneno y la medicina son una misma cosa. Solo la sabiduría, el conocimiento profundo, puede hacer la diferencia.
Yo soy el veneno. Yo soy la clave. Soy la puerta que, si tienes el coraje de cruzar, te llevará más allá de la
muerte, hacia el misterio eterno de la vida misma.
INVOCACIÓN A LAS ESENCIAS DE LOS VENENOS
Oh, fuerzas antiguas que yacen dormidas en lo profundo de la tierra y el alma, yo os llamo. A ti, esencia
oculta en la sombra, veneno primordial, energía que fluye entre las grietas del universo, te invoco. Que las
corrientes tóxicas de tu poder fluyan hacia mí, no como castigo ni maldición, sino como el río de sabiduría
que transforma y eleva.
Tú, veneno que brotas de la raíz más profunda de la existencia, tú que eres la sustancia que engendra la vida y la muerte, responde a mi llamado. Te reconozco, te honro, y me inclino ante tu antigua sabiduría. En tu
naturaleza dual, en ese equilibrio entre destrucción y creación, encuentro el sendero de la transmutación.
Ven a mí, veneno silencioso, que a través de tu esencia sea capaz de descifrar los misterios que permanecen ocultos a los ojos profanos.
- I. El Veneno del Inframundo
Desde las entrañas de la tierra, donde la serpiente primordial enrosca su cuerpo en torno al núcleo del
mundo, te llamo, veneno de la oscuridad. A ti, que habitas en las profundidades, donde la vida parece
desvanecerse, te invoco. Que el manto sombrío que te cubre se disuelva y que tu poder fluya hacia este
espacio sagrado.
Oh, tú que eres la madre de los venenos, aquella que destila las esencias más puras de la tierra, desciende
sobre mí con tu manto oscuro. Como la piedra oculta que solo revela su oro interior a través del fuego, así
me entrego a tu alquimia. Que tu esencia penetre en mis venas, no para corromper, sino para transformar.
Que lo que en mí es oscuro, lo que en mí es débil, se queme en el fuego de tu poder.
A ti, oh veneno del inframundo, te ofrezco mi cuerpo y mi mente como el crisol donde tu esencia pueda
trabajar. Ven a mí como lo haces con la raíz del mandrágora, como lo haces con la cicuta, con el opio que
adormece y despierta al mismo tiempo. Hazme uno con tu sabiduría antigua, y permíteme ver a través del
velo que cubre los secretos del cosmos.
- II. El Veneno de los Cielos
Desde lo alto, donde los cielos se abren en su infinito esplendor, invoco al veneno de las estrellas. A ti, que
fluye como una corriente etérea, que destilas los misterios de las esferas celestes en gotas que caen como
rocío sobre la tierra, te llamo. Eres el veneno que brilla en la luz de los astros, el que atraviesa el espacio
entre lo conocido y lo desconocido.
Oh, esencia sutil que viajas entre las constelaciones, ven a mí. Que el fuego de las estrellas se mezcle con el veneno de la tierra en este espacio consagrado, y que de esa unión surja el verdadero conocimiento. Que tu
veneno sea el destello que ilumine las sombras del alma, el rayo que quema las impurezas de la ignorancia y revela la verdad desnuda.
A ti, veneno celeste, te ofrezco mi espíritu como el espacio en el que puedes brillar. Que mi mente sea el éter donde tus toxinas revelen la claridad oculta. Que lo que es rígido en mi pensamiento se disuelva en la
vastedad de tu esencia. Tú, que has tocado las mentes de los antiguos y susurrado los secretos de la alquimia divina, ven y guía mi entendimiento.
III. El Veneno del Agua
Oh, aguas profundas que corren por los cauces ocultos de la tierra y los cielos, a ti también te invoco. Tú que eres la fuente de vida y de muerte, el veneno que fluye en las entrañas de los ríos y en el susurro del océano. A ti, esencia líquida que destila la muerte lenta y el renacimiento súbito, te llamo para que tu poder inunde mi ser.
Que el veneno de las aguas oscuras se mezcle con mi sangre, no para llevarme a la muerte, sino para
purificar lo que debe ser disuelto. Que tus corrientes me arrastren hasta el núcleo de mi ser, donde habita el
secreto de la transformación. Eres el veneno de las aguas estancadas y el elixir de las fuentes cristalinas. De ti surge tanto la podredumbre como la purificación, y en esa dualidad, encuentro el poder de la vida eterna.
Oh, veneno acuático, que has sido portador de la muerte en manos ignorantes, te invoco para que bajo mi
voluntad seas el bálsamo que cura. Haz que tus aguas fluyan en mí, que arrastren los residuos de la materia
muerta, que limpien el lodo de mi alma y que en tu flujo encuentre la claridad de la luz. A ti te ofrezco mi
ser, como un río que aguarda la purificación de tus corrientes.
- I El Veneno del Aire
Desde el aliento del viento que acaricia las montañas y atraviesa los valles, invoco al veneno del aire. A ti,
que te desplazas invisible, que entras en cada ser y te mezclas con el aliento de vida, te llamo. Eres el veneno que no se ve, que viaja en el hálito del mundo, que puede sofocar o liberar, según el destino que elijas.
A ti, veneno etéreo, te ofrezco mi aliento. Que al inhalar tu esencia, seas la fuerza que libera mi espíritu de
las ataduras terrenales. Que, como el mercurio volátil, eleves mi mente y me permitas ver más allá de lo
evidente. Tú eres el portador del cambio, el veneno que transforma en un suspiro, que mata lentamente o
cura con rapidez, según la dosis y el conocimiento.
Oh, esencia de los aires, que mis pulmones se llenen de tu energía. Que cada respiración sea una
transmutación, que cada inhalación sea una purificación, y que al exhalar, lo que en mí es tóxico se disuelva en el viento. Tú, que has sido guía de sabios y asesino de los ignorantes, ven a mí como el maestro que
enseña a través del aliento mismo de la vida.
- El Veneno de la Tierra
Finalmente, a ti, oh veneno de la tierra, te invoco. Tú que yaces en cada grano de polvo, en cada roca, en
cada planta que surge de lo profundo. Eres el veneno más antiguo, el que alimenta y destruye a la vez. En ti reside la fuerza de la materia, la potencia de la sustancia que moldea el mundo.
A ti, tierra venenosa, te llamo para que tu poder me envuelva. Que lo que es sólido en mí se purifique en tu abrazo. Que lo que en mí es pesado y corrupto sea transformado a través de tu alquimia. Eres la madre de
todos los venenos, el origen de todas las cosas. A ti te ofrezco mi cuerpo, para que en él trabajes tu obra de transmutación.
Oh, esencia de la tierra, que tu veneno se convierta en el oro que busco, que lo que es plomo en mi ser se
transforme en luz. Que en tu abrazo encuentre la estabilidad que necesito para continuar mi camino hacia la verdad. Que lo que en mí está enfermo, se purifique con tu sabiduría.
La Unión de los Venenos
A las fuerzas del veneno, a las esencias oscuras que llevan en su interior la promesa de la transmutación, os invoco. Que en mí, los cuatro elementos se unan en su danza eterna, y que en esa unión, encuentre la verdad alquímica. Que lo que fue veneno sea mi medicina, que lo que fue sombra sea mi luz.
A vosotros, venenos sagrados, os ofrezco mi ser como el crisol en el que vuestro poder pueda trabajar. Y en esa obra, que mi alma encuentre la inmortalidad que yace oculta en el corazón de la materia…….
Sandra Fernández
Directora & Fundadora IBC
Esto de ser alquimista me gusta. Me siento homeópata, florista de Bach, me siento herbolaria y maga. Soy escorpio de nacimiento y nací el día de muertos. Me llamo Renée, (Renata, renacida) y renazco hoy a la sabiduría y el amor de las toxinas, que en su justa medida o en dilución, son antídotos o sanan.
Nazco a la médico que vive en mí y la pongo, junto con estos venenos, al servicio de la luz divina.
En las dosis correctas, aquello que te mata te puede sanar, y viceversa.
Una maravillosa invocación para la cura. Este es un nuevo hallazgo de Sandra magnífico para usar como herramienta IBC. Un gran trabajo por delante tanto a nivel individual como terapéutico como global. Enhorabuena sandra