
Protegido: Fructosa: El azúcar disfrazado que desregula tu glucosa y tu metabolismo
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Exploración mística del “cuarto estado del agua” y su conexión con los navegantes interdimensionales del océano
Durante siglos hemos creído que el agua existe solo en tres estados: líquido, sólido y gaseoso. Pero en los últimos años, tanto la ciencia como la espiritualidad han comenzado a revelar un misterio aún más profundo: un cuarto estado del agua, también llamado agua estructurada o agua cuántica, con propiedades vibracionales que la conectan con dimensiones más allá del tiempo y del espacio.
Y son los cetáceos —ballenas y delfines— quienes dominan este estado, lo habitan, lo utilizan, y lo navegan como un portal interestelar. (más…)
¿QUÉ ES EL CÓDIGO DE LEMURIA Y POR QUÉ VAMOS A ISLA DE PASCUA PARA TRABAJAR CON ÉL?
Por Sandra Fernández – Instituto de Bioingeniería Cuántica
Desde el silencio de las aguas primordiales hasta la memoria de las montañas más antiguas, Lemuria permanece viva. No como un continente perdido, sino como una frecuencia original que pulsa en nuestro ADN, aguardando el momento sagrado de ser recordada.
Hablar del Código Lemuriano es hablar del diseño más puro de lo humano: un estado de conciencia donde el cuerpo, el alma, la Tierra y el cosmos vibraban en coherencia perfecta. En Lemuria, la humanidad no estaba separada de la Creación. Éramos puentes vivos entre el cielo y la Tierra, guardianes de la vida, custodios del agua, sabios del corazón. (más…)
CÁRCELES ECONÓMICAS: CUANDO EL VÍNCULO ES UNA MONEDA INVISIBLE (SCROLL DOWN FOR ENGLISH VERSION)
El Dinero como Sello Relacional
Más allá de su apariencia material, el dinero es una energía arquetipal que circula entre los seres humanos como símbolo de valor, intercambio y sostén. Pero también puede transformarse en un lazo de poder, dependencia o control emocional, especialmente dentro de los vínculos íntimos. Es entonces cuando nacen las cárceles económicas: estructuras invisibles donde las relaciones están marcadas por deudas no dichas, intercambios ocultos y pactos de supervivencia.
En una cárcel económica, el dinero no es simplemente recurso: es un lenguaje emocional codificado. Quien sostiene económicamente a otro, a veces impone una forma sutil de dominio. Quien es sostenido, muchas veces entrega su libertad para no perder el sustento. Padres que dan a cambio de obediencia. Hijos que piden como si aún no fueran adultos. Parejas donde uno brilla mientras el otro se marchita.
La cárcel se manifiesta cuando el dinero deja de ser un flujo libre y se convierte en una cadena energética: si tú no me das, yo no soy. Si tú me das, tengo que callar. Si yo produzco, tú te quedas atrás. Si yo dependo, no puedo decidir. Cada uno de estos enredos revela un nodo relacional no resuelto, donde el amor, el poder y el valor personal han sido confundidos y encapsulados en la forma que adopta el dinero entre dos almas.
La Dependencia Económica como Herida y Herencia
Las cárceles económicas muchas veces no nacen del presente, sino de memorias ancestrales donde la sobrevivencia fue la prioridad. Mujeres que dependieron de hombres por siglos. Hombres que cargaron con clanes enteros como si su valor estuviera en su capacidad de proveer. Niños que crecieron escuchando que el dinero es sucio, escaso o peligroso. Todo esto queda grabado en las células, creando guiones inconscientes de merecimiento, escasez o sacrificio.
Cuando estos guiones se activan en una relación, emergen dinámicas tóxicas: uno sostiene mientras el otro carga la culpa. Uno brilla mientras el otro se apaga. Uno exige sin saber por qué. El otro entrega sin poder decir no. A veces, el dinero se vuelve el único vínculo que queda. A veces, se usa como castigo o recompensa emocional.
En lo profundo, la cárcel económica es una herida de valor no reconocido. Una búsqueda de validación a través del intercambio material, porque el alma no se siente amada por lo que es, sino por lo que da o recibe.
Y así, los vínculos se convierten en contratos no hablados donde cada parte paga un precio: la libertad, la dignidad, la expresión del alma.
El Camino hacia la Soberanía Relacional
La única forma de disolver una cárcel económica es restaurar el valor del ser por encima del tener. Comprender que ningún dinero, deuda o herencia puede compensar lo que no fue reconocido desde el corazón. Que el amor no necesita contratos, y la libertad no tiene precio.
El alma que comienza a caminar hacia la soberanía económica dentro del vínculo, empieza por dejar de pedir permiso para brillar, para producir, para decidir. También deja de usar el dinero como excusa para no separarse, para no asumir su propósito, o para no sanar el miedo a estar solo.
Liberarse de estas cárceles requiere:
Desactivar pactos de pobreza, lealtades invisibles y códigos de escasez.
Reconocer dónde el dinero se usa como medio de control emocional.
Permitir que cada uno en la relación asuma su poder creador.
Reprogramar el campo electromagnético para que el dinero vuelva a ser flujo, no atadura.
Tomar el pulso del corazón al tomar decisiones económicas.
Porque cuando el dinero se convierte en una cadena, el alma se fragmenta.
Pero cuando se convierte en un flujo de amor, libera, nutre, potencia.
La verdadera abundancia no se mide en cifras, sino en la libertad para amar sin deuda, dar sin miedo, y crear sin permiso.
Ahí termina la cárcel, y comienza la co-creación sagrada.
Sandra Fernández, Directora & Fundadora IBC
ECONOMIC PRISONS: WHEN THE BOND BECOMES AN INVISIBLE CURRENCY
Money as a Relational Seal
Beyond its material appearance, money is an archetypal energy that flows between human beings as a symbol of value, exchange, and support. But it can also become a tie of power, dependency, or emotional control—especially within intimate relationships. That’s when economic prisons are born: invisible structures where relationships are marked by unspoken debts, hidden exchanges, and survival pacts.
In an economic prison, money is not merely a resource—it becomes an emotional coded language. The one who provides financial support may impose a subtle form of dominance. The one who is supported often gives up their freedom in order not to lose their livelihood. Parents who give in exchange for obedience. Children who ask as if they were still not adults. Couples where one shines while the other withers.
The prison manifests when money stops being a free flow and becomes an energetic chain:
If you don’t give to me, I don’t exist.
If you give to me, I must stay silent.
If I produce, you fall behind.
If I depend, I cannot choose.
Each of these entanglements reveals an unresolved relational knot, where love, power, and personal value have become confused and encapsulated in the form that money takes between two souls.
Economic Dependency as Wound and Inheritance
Economic prisons are often not born in the present, but from ancestral memories where survival was the priority. Women who depended on men for centuries. Men who carried entire clans as if their worth lay in their ability to provide. Children who grew up hearing that money is dirty, scarce, or dangerous. All of this gets etched into the cells, creating unconscious scripts of unworthiness, scarcity, or sacrifice.
When these scripts get activated in a relationship, toxic dynamics emerge:
One supports while the other carries guilt.
One shines while the other fades.
One demands without knowing why.
The other gives without being able to say no.
Sometimes, money becomes the only remaining bond. Sometimes, it is used as emotional punishment or reward.
At its core, the economic prison is a wound of unrecognized worth. A search for validation through material exchange, because the soul doesn’t feel loved for what it is—but only for what it gives or receives.
And so, bonds turn into unspoken contracts where each party pays a price: freedom, dignity, the expression of the soul.
The Path to Relational Sovereignty
The only way to dissolve an economic prison is to restore the value of being over having. To understand that no amount of money, debt, or inheritance can make up for what was never acknowledged from the heart. That love needs no contracts, and freedom has no price.
The soul that begins to walk toward economic sovereignty within the bond starts by no longer asking for permission—to shine, to produce, to decide. It also stops using money as an excuse not to separate, not to follow its purpose, or not to heal the fear of being alone.
To break free from these prisons requires:
Deactivating poverty pacts, invisible loyalties, and scarcity codes.
Recognizing where money is being used as a means of emotional control.
Allowing each person in the relationship to embody their creative power.
Reprogramming the electromagnetic field so money becomes flow again—not bondage.
Taking the pulse of the heart before making financial decisions.
Because when money becomes a chain, the soul fragments.
But when it becomes a current of love, it frees, nourishes, empowers.
True abundance is not measured in numbers, but in the freedom to love without debt, to give without fear, and to create without permission.
There the prison ends—and sacred co-creation begins.
Sandra Fernández, Director & Founder of IBC
CÁRCELES DE SANGRE: LA PRISIÓN SAGRADA DEL AMOR MAL RECORDADO (ENGLISH VERSION ROLL DOWN)
Como muchos sabéis nos encontramos inmersos en el Retiro de 40 días de Bioingeniería Cuántica, un espacio de visión donde los constructos del sistema son disueltos para la liberación del Ser, os compartimos uno de los muchos temas que trabajamos en este ámbito sagrado para que lo relfexionéis.
El Juramento Inconsciente
En los santuarios invisibles de nuestra historia, hay pactos sellados no con palabras, sino con sangre. Pactos tejidos entre almas antes de nacer, en corredores donde el tiempo no existe. Son votos antiguos que juramos desde el amor o desde el dolor, con la esperanza de salvar, reparar o redimir aquello que fue olvidado por generaciones.
Las cárceles de sangre no son simples conflictos familiares: son templos sellados donde se custodia una lealtad olvidada, donde el amor ha sido deformado por la repetición y el sacrificio. Se manifiestan cuando en nombre del vínculo, del clan, del linaje, una parte del alma queda retenida en el otro, como si no tuviera derecho a su libertad. Son cárceles sutiles, alimentadas por la emoción no dicha, por el trauma no sanado, por el deseo de pertenecer aunque duela.
Quien habita una cárcel de sangre puede sentir que su vida no le pertenece. Que repite amores rotos, enfermedades heredadas, sueños postergados. Que vive atrapado entre la culpa de avanzar y el dolor de quedarse. Como si al dar un paso hacia su destino, una voz ancestral susurrara: “Si tú brillas, yo desaparezco”.
Pero esa voz no es enemiga. Es un eco antiguo de un amor que olvidó cómo liberarse.
El Corazón Encadenado al Otro
En el tejido cuántico del alma, cada vínculo profundo se inscribe como un mandala vibracional, un sello que contiene información, memoria, emoción y propósito. Las cárceles de sangre aparecen cuando estos mandalas, en lugar de ser puentes hacia la expansión, se convierten en círculos cerrados que repiten el mismo patrón existencial.
Madres que no sueltan a sus hijos. Hijos que cargan con la tristeza de sus padres. Parejas donde uno se sacrifica por sostener al otro. Hermanos unidos por el trauma y no por la libertad. Todos son reflejos de un amor que aún no ha encontrado su forma sagrada.
Desde lo relacional, estas cárceles actúan como campos de interferencia: el alma desea volar, pero hay nudos en los hilos de luz. Las emociones se estancan, la voluntad se duerme, la creatividad se desvanece. Y lo más profundo: se pierde el contacto con el verdadero pulso del corazón, ese latido único que guía a cada ser hacia su propósito.
Estas cárceles no se rompen con fuerza. Se deshilachan con conciencia, compasión y presencia. Requieren el valor de mirar al rostro de quien nos encarcela —madre, padre, hijo, pareja— y ver en sus ojos el reflejo del nuestro, reconociendo que ambos seguimos atrapados en un mismo hechizo: el de un amor que confundió protección con posesión, entrega con esclavitud.
Solo al mirar sin juicio y recordar sin dolor, comienza el camino de la redención mutua.
La Libertad como Acto Sagrado
Romper una cárcel de sangre es una iniciación espiritual. No es un acto contra el amor, sino su forma más pura: permitir que el otro y uno mismo sean libres para evolucionar, sin culpas ni cadenas. Es atravesar el umbral entre el amor condicionado y el amor verdadero.
Para hacerlo, el alma necesita recordar su naturaleza divina. Recordar que el verdadero vínculo no se ancla en el sacrificio ni en el miedo, sino en la coherencia, en la luz compartida, en la expansión conjunta.
El proceso requiere:
Desde la visión cuántica, cuando una cárcel se disuelve, no solo se libera una vida, se libera una línea de tiempo entera. Generaciones que murieron sin elegir, almas que se fusionaron por miedo, destinos entrelazados por el dolor… todo comienza a reconfigurarse. Y entonces, el amor verdadero puede nacer por primera vez.
Porque el amor que encarcela no es amor, es deuda.
El amor que libera es memoria divina restaurada.
El alma que se libera de su cárcel de sangre no se separa de los suyos: los eleva con ella.
Sandra Fernández, Directora & Fundadora IBC
BLOOD PRISONS: THE SACRED PRISON OF MISREMEMBERED LOVE
As many of you know, we are currently immersed in the 40-day Bioingeniería Cuántica Retreat—an inner vision space where systemic constructs are dissolved to liberate the Self. We want to share with you one of the many themes we work on in this sacred field, so that you may reflect upon it.
In the invisible sanctuaries of our history, there are pacts sealed not with words, but with blood. Pacts woven between souls before birth, in corridors where time does not exist. These are ancient vows, made from love or pain, in the hope of saving, repairing, or redeeming what was forgotten through generations.
Blood prisons are not mere family conflicts: they are sealed temples where a forgotten loyalty is guarded, where love has been distorted by repetition and sacrifice. They manifest when, in the name of the bond, the clan, the lineage, a part of the soul becomes trapped in another—as if it no longer had the right to its own freedom. These are subtle prisons, fed by unspoken emotions, unhealed trauma, and the longing to belong, even if it hurts.
One who inhabits a blood prison may feel that their life is not their own. That they are repeating broken loves, inherited illnesses, postponed dreams. That they are caught between the guilt of moving forward and the pain of staying behind. As if, by taking a step toward their destiny, an ancestral voice whispers: “If you shine, I disappear.”
But that voice is not an enemy. It is an ancient echo of a love that forgot how to set itself free.
In the quantum weave of the soul, each deep bond is inscribed as a vibrational mandala—a seal containing information, memory, emotion, and purpose. Blood prisons emerge when these mandalas, instead of being bridges to expansion, become closed circles repeating the same existential pattern.
Mothers who won’t let go of their children. Children who carry the sorrow of their parents. Couples in which one sacrifices themselves to sustain the other. Siblings bound by trauma instead of freedom. All are reflections of a love that has not yet found its sacred form.
Relationally, these prisons act as fields of interference: the soul longs to fly, but there are knots in the threads of light. Emotions stagnate, willpower dims, creativity fades. And perhaps the deepest impact: the true heartbeat is lost—the unique pulse that guides each being to its purpose.
These prisons are not broken by force. They are unraveled through awareness, compassion, and presence. It takes courage to look into the face of the one who imprisons us—mother, father, child, partner—and see in their eyes our own reflection, recognizing that both are still caught in the same spell: that of a love that mistook protection for possession, surrender for enslavement.
Only when we look without judgment and remember without pain does the path of mutual redemption begin.
Breaking a blood prison is a spiritual initiation. It is not an act against love, but its purest form: allowing the other—and oneself—to be free to evolve, without guilt or chains. It is crossing the threshold between conditional love and true love.
To do so, the soul must remember its divine nature. Remember that the true bond is not anchored in sacrifice or fear, but in coherence, shared light, and mutual expansion.
The process requires:
From the quantum perspective, when a prison dissolves, it is not just one life that is set free—a whole timeline is liberated. Generations who died without choosing, souls fused by fear, destinies entangled by pain… everything begins to reconfigure. And then, for the first time, true love can be born.
Because love that imprisons is not love—it is debt.
The love that frees is divine memory restored.
The soul that breaks free from its blood prison does not abandon its people—it elevates them with it.
Sandra Fernández
Director & Founder, Instituto de Bioingeniería Cuántica
Tanit: La Diosa Madre del Desierto y del Silencio Estelar (ROLL DOWN ENGLISH VERSION)
Pronto nuestro grupo de participantes en el Retiro de Formación de Maestros Espirituales de 40 días que estamos realizando en el Desierto del Sahara, la Sede IBC, realizarán un peregrinaje a la Diosa Madre del Desierto, el principio primigenio de TANIT y os queremos llevar con nosotros… así que tomar vuestro pulso del corazón y sintonizar con Tanit, su belleza y su profundidad…
Tanit: La Diosa Madre del Desierto y del Silencio Estelar
El Rostro Escondido de la Diosa
En los pliegues invisibles del tiempo y la arena, donde el viento habla en lenguas antiguas y las dunas guardan secretos de civilizaciones perdidas, se encuentra la vibración de un nombre sagrado: Tanit. No es sólo una diosa del pasado, sino un principio vivo, una consciencia arquetipal que pulsa en el corazón de quienes recuerdan que la divinidad no se alza en torres ni se viste de oro, sino que habita el silencio, la noche y el vientre de la Tierra.
Tanit fue la Gran Diosa del norte de África, adorada especialmente por los cartagineses, pero con raíces mucho más antiguas que se hunden en el sustrato beréber y en las primeras culturas del Mediterráneo. Su culto atravesó los siglos como una corriente subterránea, permaneciendo a salvo en la memoria de las mujeres, en los tatuajes rituales, en los cantos a la luna y en las manos que curaban con plantas. Su símbolo, un triángulo coronado por un círculo y sostenido por una línea horizontal, habla de unidad entre cielo, cuerpo y tierra. Es una geometría sagrada que encierra el misterio del femenino primordial.
Pero Tanit no es sólo fertilidad. Es también guardiana del umbral entre la vida y la muerte, protectora de los nacimientos y de los partos del alma. Su energía sostiene lo invisible, acompaña los ciclos, y guía la transición. Es luna y estrella, es útero y fuego, es desierto y agua escondida.
Historia velada y presencia eterna
La historia oficial la coloca en Cartago, ciudad fundada por los fenicios, donde fue elevada como deidad principal junto a Baal. Allí se erigieron templos, altares y tophets donde se le rendía culto con flores, cantos y ofrendas. Pero incluso antes de Cartago, su esencia ya latía entre los pueblos nómadas del Sahara, en las mujeres que miraban el cielo como espejo y en los hombres que seguían las estrellas como caminos.
A lo largo de los siglos, Tanit fue resistiendo a los imperios, a las conquistas, a las religiones patriarcales que intentaron disolver su figura en sombras o demonización. Sin embargo, el desierto no olvida, y la piedra tampoco. Su frecuencia quedó grabada en símbolos geométricos, en tumbas solares, en estelas funerarias, en las cuevas de pintura rupestre y en los tejidos protectores que las abuelas bordaban como escudos invisibles.
Hoy, Tanit se revela como una guía para el alma femenina que despierta, para quienes recuerdan que lo sagrado no es sólo ascendente, sino también descendente. Nos lleva hacia adentro, hacia abajo, hacia el cuerpo, hacia el misterio. Y lo hace con ternura y firmeza, como una madre que no necesita hablar para ser comprendida.
En el sur de Marruecos, especialmente en lugares como Ouzina, Taouz o los valles ocultos del desierto, su vibración es palpable. El desierto es su templo natural. Allí, donde la vida parece desaparecer, ella sostiene la Vida Sagrada en su forma más pura: la posibilidad del renacer en medio del vacío.
Tanit como principio sustentador
Hablar de Tanit en el contexto de un tour o peregrinación espiritual por el desierto es invocar una fuerza que sostiene sin exigir, que alimenta sin mostrarse, que cuida sin aprisionar. En un mundo que ha olvidado la suavidad como virtud, Tanit retorna para recordarnos que el poder verdadero del femenino es el de sostener sin invadir, guiar sin imponer, y florecer en medio de la aridez.
Ella es la memoria biológica y estelar del principio femenino original. Es resonancia uterina, pero también inteligencia cósmica. Cuando se camina por el desierto invocando su nombre, no se está sólo viajando por la geografía externa, sino descendiendo por los mapas del alma que conducen al origen. Cada duna se vuelve entonces una ola del útero cósmico, cada estrella una semilla de sabiduría ancestral.
En un día dedicado a Tanit, no se trata de aprender sobre ella como figura mitológica, sino de recordarla desde el cuerpo, desde el pulso, desde el silencio interior. Tanit es el arquetipo que nos enseña a nacer de nuevo, a morir con consciencia, a menstruar en paz, a fecundar con intención, a cuidar sin anularse y a desaparecer sin dejar de sostenerlo todo.
Y el desierto, como ella, no grita. Susurra. Y en ese susurro… Tanit vuelve a vivir en nosotros.
Sandra Fernández, Directora & Fundadora IBC
Tanit: The Mother Goddess of the Desert and Stellar Silence
Soon, our group of participants in the 40-day Spiritual Master Teacher Training Retreat currently taking place in the Sahara Desert, the IBC Headquarters, will undertake a pilgrimage to the Mother Goddess of the Desert — the primordial principle of TANIT — and we want to take you with us… So take your heart pulse and tune in to Tanit, her beauty and her depth…
In the invisible folds of time and sand, where the wind speaks in ancient tongues and the dunes guard the secrets of lost civilizations, resonates the vibration of a sacred name: Tanit. She is not merely a goddess of the past, but a living principle, an archetypal consciousness that pulses in the hearts of those who remember that divinity is not raised in towers nor adorned in gold, but dwells in silence, in the night, and in the womb of the Earth.
Tanit was the Great Goddess of North Africa, especially venerated by the Carthaginians, but her roots go back far deeper — to the Berber substratum and the earliest Mediterranean cultures. Her worship flowed through the centuries like an underground current, preserved in the memory of women, in ritual tattoos, in moon songs, and in the hands that healed with plants. Her symbol — a triangle crowned by a circle and supported by a horizontal line — speaks of unity between sky, body, and earth. It is sacred geometry that contains the mystery of the primordial feminine.
But Tanit is not only about fertility. She is also the guardian of the threshold between life and death, protector of births and soul-laborings. Her energy upholds the invisible, supports the cycles, and guides transitions. She is moon and star, womb and fire, desert and hidden water.
The official story places her in Carthage, the city founded by the Phoenicians, where she was elevated as a principal deity alongside Baal. There, temples, altars, and tophets were erected to honor her with flowers, chants, and offerings. But even before Carthage, her essence pulsed in the nomadic peoples of the Sahara, in the women who looked to the sky as a mirror, and in the men who followed the stars as paths.
Across centuries, Tanit resisted empires, conquests, and patriarchal religions that tried to dissolve her figure into shadow or demonization. Yet the desert does not forget — and neither does stone. Her frequency was etched in geometric symbols, in solar tombs, funerary stelae, cave paintings, and in the protective fabrics embroidered by grandmothers like invisible shields.
Today, Tanit reveals herself as a guide for the awakening feminine soul, for those who remember that the sacred is not only ascendant, but also descendent. She leads us inward, downward, into the body, into the mystery. And she does so with tenderness and firmness — like a mother who does not need words to be understood.
In southern Morocco, especially in places like Ouzina, Taouz, or the hidden valleys of the desert, her vibration is palpable. The desert is her natural temple. There, where life seems to vanish, she holds Sacred Life in its purest form: the possibility of rebirth within the void.
To speak of Tanit in the context of a spiritual tour or pilgrimage through the desert is to invoke a force that sustains without demanding, that nourishes without display, that cares without possessing. In a world that has forgotten softness as a virtue, Tanit returns to remind us that the true power of the feminine is to support without invading, to guide without imposing, and to bloom amidst aridity.
She is the biological and stellar memory of the original feminine principle. She is uterine resonance, but also cosmic intelligence. When one walks the desert invoking her name, one is not only traveling across external geography, but descending through soul-maps that lead to the origin. Each dune becomes a wave of the cosmic womb, each star a seed of ancestral wisdom.
On a day dedicated to Tanit, it is not about learning of her as a mythological figure, but remembering her from the body, from the pulse, from the inner silence. Tanit is the archetype that teaches us to be born anew, to die with consciousness, to menstruate in peace, to fertilize with intention, to nurture without self-erasure, and to disappear without ceasing to hold everything.
And the desert, like her, does not shout. It whispers. And in that whisper… Tanit lives again in us.
Sandra Fernández
Director & Founder – IBC