Unión de almas. Crear con Otro, la unión de dos Corazones. El relato numerológico de la creación nos enseña que para que exista la vida debe haber un proceso de opuestos que se encuentran y se estimulan: existe el 1, que está al principio de todo; está solo y en esta soledad no puede producir experiencias, porque no habr­á nadie que las experimentara más que sí­ mismo; por eso, de esa unidad fundamental surge el 2, que representa la dualidad.

Una vez que hay dos, en el encuentro de estas dos existencias puede producirse la chispa de la vida, como dos piedras que solo pueden producir fuego si se estrellan una con otra. Por eso, el 3 es el número que representa la creación, es el resultado de la unión y el choque del 1 y el 2. Solo en el 3 hay un principio de equilibrio que permite la formación de cosas estables.

Este proceso creativo es también llamado el proceso de sexuación, que no es otra cosa que la unión de dos polaridades que se unen para crear una nueva existencia. Son las polaridades que aparecen en todas las cosmogoní­as originarias: el Yin y el Yang, Ida y Píngala, los principios masculino y femenino de la Kábala, el principio activo y el principio receptivo, Kjokmah y Binah:

Kjokmah (masculino) es energí­a pura, lo mismo que la expansión de la gasolina dentro del cilindro de combustión es fuerza pura. Pero, así­ como esta fuerza expansiva se perdería si no hubiera una máquina a la cual trasmitiese su poder, así­ también la energía no dirigida de Kjokmah (masculino) irradiarí­a en el espacio si no hubiese algo que recibiera su impulso y lo utilizara. Kjokmah (masculino) estalla como la gasolina; Binah (femenina) es la cámara de combustión. En otras palabras: Kjokmah suministra la energía y Binah el motor (Dion Fortune, La Cábala Mística).

Estos son también los arquetipos del padre y de la madre. El padre es activo y móvil, es el deseo y la búsqueda; la madre es receptiva y protectora, es el cuidado, el sostén y la nutrición. Solo al funcionar juntos pueden generar existencia. Solo en una dinámica precisas pueden ser principios creativos.

La geometría nos ofrece la misma enseñanza: en la unión de dos cí­rculos se genera una tercera existencia. Es lo que en la geometrí­a sagrada se conoce como la Vésica Piscis: la unión de dos conjuntos que, sin dejar de ser cada uno una individualidad, utilizan parte de sus elementos en un nuevo conjunto que tiene los elementos comunes de los dos. Este es el producto de su unión, de su sexuación. La naturaleza de esta unión, y su significado profundo, es una enseñanza indispensable para entender cualquier proceso creativo, sin importar si es en el trabajo, en la familia, en la salud. La creatividad siempre requiere de estos dos principios que se encuentran y construyen una nueva realidad a partir de elementos compartidos. Es el proceso que, en términos del mundo dual en el que vivimos diariamente, conocemos como Amor. Unión de almas.

El amor es entonces el balance adecuado de opuestos que se encuentran. Es la armonización de dos unidades que se juntan para crear algo que cada uno de manera separada no puede generar. Todas nuestras relaciones funcionan de esta manera, sin importar si son relaciones laborales, familiares, filiales, de padres e hijos, de pareja. Todas las relaciones, para ser relaciones creativas, a partir de la cuales podamos generar realidades que nos satisfagan y nos permitan sentirnos plenos, requieren del amor. Todas son procesos de unión, de sexuación, de intercambio, en el que se comparte algo de nosotros para construir una nueva realidad.

La razón por la que muchas veces nuestras relaciones parecen no funcionar es precisamente porque el proceso de armonización no es adecuado, y en lugar de unirnos para crear, nos estrellamos con los otros y vivimos en proceso dolorosos de repulsión y atracción que no comprendemos. El secreto, como siempre, está en que, como no estamos conectados con nuestro propio corazón, sino que vivimos al ritmo de infinitas influencias externas, no somos conscientes de nuestro propio valor y de lo que podemos compartir en una relación para sembrar con otro, y cosechar frutos que nos den felicidad. Solamente cuando en la unidad que somos estamos en coherencia, podemos conectar conscientemente con otra persona para crear con ella.

Igual que en la Vésica Piscis se genera una nueva entidad sin que se pierda la silueta de cada círculo, en las relaciones cada individuo debe mantener su propia individualidad para compartir desde ella. Cada parte de la relación debe estar conectada con su propio corazón para después armonizar su corazón con el de su pareja, y de esta manera producir un nuevo latido que lleve un ritmo armónico: el pulso de la relación. Cuando esto se alcanza, las posibilidades creativas de cada uno se amplían y se potencian significativamente, porque cada uno está aportando para la construcción de una realidad que hace crecer a las dos partes.

Este es un proceso que puede también sostenerse desde la Bioingeniería: así como podemos conectar con nuestro pulso, también es posible que conectemos con el pulso compartido de nuestra relación; al hacerlo, podemos escuchar y sanar lo que requiera de armonización y transformación. Es un proceso simple, porque se basa en la sabiduría interior que nos acompaña siempre; es un proceso de confianza y de entrega a la escucha de nosotros mismos y de lo que nuestro corazón sabe que necesitamos.

En el fondo, los demás son solo reflejos de nosotros mismos y están ahí­ para que podamos aprender a reconocer aspectos de nosotros mismos que es difí­cil ver directamente. Son reflejos de nuestro corazón, que atrae a nuestra experiencia los ritmos y vibraciones que necesitamos para crecer y descubrir la belleza y el amor que es la fuente de todas las cosas, la inteligencia que organiza y mantiene todas las formas y experiencias que constituyen este universo.

Bienestar, conciencia y evolución

Equipo Edición IBC

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Sandra Fernández

Descubridora del PCT Pulso Cuántico Toroidal Base de Bioingeniería Cuántica

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