El sonido como fuente armónica de la coherencia. Muchos procesos fundamentales de la vida humana están basados en el sonido. Tal vez la muestra más palpable y fundamental es la palabra, mediante la cual nos conectamos con otros individuos para expresar nuestras ideas y para generar lazos de información compleja, en los que al mismo tiempo se basa toda nuestra sociabilidad.

De la misma forma, prácticamente todas las culturas del mundo, presentes o pasadas, han tenido alguna forma de música mediante la cual han expresado y expresan aspectos esenciales de su manera de comprender y de relacionarse con el mundo que las rodea, lo cual también nos da una idea de la presencia fundamental del sonido en la vida humana.


En un nivel más profundo, diferentes visiones del mundo han expresado que la realidad nace como una consecuencia del verbo, de la palabra creadora que le da existencia a todo a partir de la vibración original.

Este sonido primordial, que en la tradición védica es presentado como el gran Naam, ha adquirido diferentes nombres en diferentes culturas: para los pitagóricos era la música de las esferas, que es el sonido armónico proveniente de las proporciones cósmicas perfectas que permiten que todo tenga existencia; para la tradición judeocristiana es el verbo que se convierte en carne, y es el aliento mediante el que la fuerza creadora le insufla la vida al ser humano; para Heráclito era el logos, la palabra que contiene las leyes que rigen todo en el universo.

  Es también a partir de esta concepción que han surgido todas las formas de magia, las cuales también muestran la importancia del sonido: así como el acto de creación cósmica inicial es la palabra, cuando un individuo pretende producir un resultado determinado, debe articular los sonidos adecuados que recojan con precisión lo que quiere manifestar.

Para los druidas eran las palabras mágicas de los árboles, expresadas en las runas; para los cabalistas era el nombre secreto de Dios, que le permitiría a quien lo pronunciara crear vida; para los árabes son las palabras mágicas que convocan al genio de la lámpara que concede los deseos. Todas son acciones que comprenden que en la base de cualquier acción exitosa está el sonido que articula la estructura exacta de lo que se quiere producir.

También hay diferentes formas de meditación basadas en la repetición de sonidos, conocidos como mantras, que buscan producir efectos específicos sobre los cuerpos sutiles del meditador; así­ mismo, muchas terapias que buscan la salud física de las personas en la actualidad utilizan sonidos que impactan los diferentes vehículos del individuo para equilibrarlos y producir la armoní­a que requieren para traer bienestar.

Una de estas prácticas terapéuticas, tal vez de las más reconocidas, es la aplicación de sonidos producidos por cuencos tibetanos, cada uno con su propia frecuencia, que buscan hacer resonar diferentes frecuencias en lo más sutil del sistema energético y así­ equilibrar los diferentes y reconectar los diferentes vehí­culos de la persona.

La misma medicina occidental reconoce en el adecuado palpitar del corazón, y en su sonido adecuado, una forma de salud: las anomalías en el ritmo cardiaco son indicadoras de algún mal funcionamiento en el sistema físico y deben intentar ser corregidas para garantizar que el cuerpo como un todo funcione saludablemente.

Finalmente, recordemos la demostración que hizo el japonés Masaru Emoto sobre el poder que tienen los sonidos sobre el agua: si a un poco de agua se le hace vibrar con sonido, su geometría reflejara la vibración especifica de ese sonido; en el experimento se mostró que, ante palabras positivas y reconfortantes, el agua adquiría geometrí­as armónicas y bellas, mientras que si se le aplicaba una información negativa o densa, los cristales reflejaban una falta de equilibrio en su geometría.

Estas aplicaciones físicas del sonido son una muestra de la importancia de que nuestro sistema energético tenga las frecuencias adecuadas de sonido para que funcione adecuadamente. Sin embargo, esta aplicación no solo tiene un nivel físico, sino que puede ser empleada de manera sutil, mediante frecuencias de sonido inaudibles, pero que también inciden sobre las vibraciones del individuo.

La Bioingeniería cuántica incluye el sonido dentro de sus formas de trabajo sobre la coherencia del consultante, y lo hace en todos los diferentes niveles que puede tener el sonido.

Esto significa que la Bioingeniería puede trabajar con un sonido fí­sico espeíc­fico, si eso es lo que le informa el pulso al terapeuta, pero también puede trabajar con cualquier frecuencia sutil de sonido, que no necesariamente puede ser escuchada con los oídos fí­sicos.

La terapia en Bioingenierí­a aplica la frecuencia de sonido que se requiera para producir la realidad coherente que el individuo necesita, según lo muestre el pulso de cada persona; de esta manera produce las condiciones fundamentales de un estado óptimo de salud. 

Para la Bioingenierí­a cuántica, el ritmo proporcionado y armónico del pulso, que es la base de nuestra coherencia vital, es el fundamento de la comunicación de nuestra sabidurí­a más í­ntima con nuestra parte consciente.

Este ritmo y este sonido deben ser adecuadamente armonizados mediante frecuencias sutiles o físicas de sonido para que la comunicación celular de todo nuestro cuerpo ocurra de manera correcta y no se presente la enfermedad, que es la consecuencia de la arritmia y de la desconexión de las frecuencias armónicas.

Así como el director de orquesta sincroniza el sonido de cada instrumento, el corazón, correctamente conectado con las frecuencias sutiles del sonido, podrá sincronizar el funcionamiento de todos nuestros órganos y sistemas.

Bienestar, terapia y evolución

 

Equipo Edición IBC

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Sandra Fernández

Descubridora del PCT Pulso Cuántico Toroidal Base de Bioingeniería Cuántica

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