Recupera tu vida. Descubrir mi propio corazón y el pulso de la vida en el Sahara. Los astros que vemos en el cielo desde la Tierra han sido desde siempre la principal fuente de información sobre el ritmo del cosmos. La comprensión de sus regularidades, de sus cambios, de los signos que dibujan, han servido al ser humano para guiarse en sus actividades cotidianas, gracias a este reconocimiento se pueden planear los calendarios, las cosechas, los viajes, los nacimientos, los cierres.

El desarrollo de la luz eléctrica, que tantos beneficios nos ha traído, ha hecho que en las ciudades sea imposible el reconocimiento de los movimientos estelares, porque el exceso de luz artificial impide percibir la oscuridad del cielo nocturno.

Por esta razón, los ritmos de la vida, que estaban en consonancia con los ritmos cósmicos, han sido reemplazados por otras formas de actividad. Las ciudades están despiertas de dí­a y de noche, y las ocupaciones y obligaciones hacen que quienes vivimos en ellas organicemos nuestras actividades de acuerdo con exigencias de los medios de transporte, de los relojes y de miles de condiciones que no vienen de nosotros mismos.

En la vida urbana se hace difí­cil seguir el ritmo de las estrellas y la conexión de nosotros con nuestro corazón, y de nuestro corazón con el cosmos, parece debilitarse: los afanes y urgencias del frenesí­ de una ciudad hacen que nuestra atención se disperse en infinitas actividades y hábitos, y que prestemos poca o ninguna atención a los mensajes de nuestro corazón, transmitidos mediante el pulso.

Como en la Bioingenierí­a Cuántica hemos descubierto que esta conexión es fundamental para que exista una coherencia en nuestra vida, hemos diseñado una experiencia que nos permita desconectarnos de los infinitos afanes de la cotidianidad, para reconectarnos con la tranquilidad y la paz que siempre ha residido en nuestro corazón.

Ese es el objetivo principal de la formación, viaje y retiro de cuarentena que realizamos en el desierto del Sahara en Marruecos. Es una oportunidad de recuperar la percepción viva del tiempo, y de dejar a un lado el tiempo del reloj y del compromiso.

El desierto es un lugar fuera del tiempo, donde solo podemos descubrir que este sigue existiendo por los sutiles movimientos de la arena, del sol y de las estrellas en la noche. Esta atemporalidad nos permite descubrir el tiempo de nuestra conciencia, de nuestro cuerpo, de nuestra mente y de nuestras emociones.

Nos permite la distancia para observar nuestra vida y la existencia toda desde un lugar en nosotros que siempre ha estado lleno de amor y paciencia: el corazón.

El desierto ha sido el hogar de numerosos pueblos nómadas que han preferido las inclemencias del clima a las inclemencias de la desconexión de la vida distraí­da de las ciudades. Fue un Tuareg, un habitante del desierto, quien señaló, refiriéndose al mundo occidental: ustedes tienen relojes, nosotros tenemos tiempo.

La cuarentena es una experiencia de inmersión en estas formas antiguas y profundas del tiempo, donde es posible reconocer lo esencial de nuestra conexión con el planeta en el que vivimos y con el cuerpo que nos permite experimentar la vida.

Además de este descubrimiento de lo más íntimo de nuestra humanidad, también ocurre en la cuarentena un proceso de sanación de todas aquellas experiencias pasadas que han estado fuera de la coherencia de nuestro corazón: resentimientos, odios, miedos, traumas, todas esas situaciones que vinieron a nuestra vida como consecuencia de la falta de sabiduría y silencio que hay en nuestro interior.

El pulso del desierto y el acompañamiento de un equipo dedicado y paciente nos permitirán abrir el espacio de la sanación y el perdón, para que el corazón vuelva a latir con la alegría y la fuerza de la vida.

Este doble proceso, de sanación y de reconexión, ocurre sostenido por actividades especí­ficas organizadas por el equipo del IBC: prácticas de yoga, ejercicios ´     fí­sicos, emocionales y mentales de liberación; también meditación, para aprender a entrar en un estado de presencia y observación atenta; reflexión, para decidir el enfoque que queremos para nuestra existencia.

Todo esto en el silencio profundo del desierto y sostenido por la magia y la fuerza de un espacio que, por su fuerza, no ha podido ser conquistado por el frenesí­ y el ruido de la mente fuera de control.

Como 21 días son los que se requieren para que un hábito pueda ser cambiado, 40 dí­as sirven para que cualquier nuevo proceso quede afianzado y se convierta en parte del funcionamiento de nuestro sistema. Por eso para este proceso de limpieza y reprogramación de coherencia utilizaremos 40 dí­as completos. Así­ nuestro cuerpo y nuestra mente se adaptarán y entregarán a las dinámicas diarias, podrán tener el tiempo necesario para que, con su propio ritmo, hagan los cambios que el corazón nos pide.

Nuestra invitación es entonces a la entrega, a dar un salto en el que soltaremos todo lo conocido para entrar en el asombro de lo desconocido, en el templo de lo más í­ntimo que hay en nosotros: el templo de nuestro corazón y de la conexión que tiene este con el resto del universo. Es un acto de confianza en nosotros mismos, confianza en el descubrimiento de nuestra fuerza interior, el encuentro con lo que siempre hemos sido y siempre seremos, el desarrollo de la atención, la intención, la compasión y la sabidurí­a de nuestro centro. Bienvenidos.

Bienestar, terapia y evolución

 

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Sandra Fernández

Descubridora del PCT Pulso Cuántico Toroidal Base de Bioingeniería Cuántica

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